Vista:
Rojo púrpura profundo con reflejos granate. Brillante, denso, con una capa alta que anuncia su juventud y concentración. Lágrima: Abundante, lenta y tintada, que sugiere gran riqueza glicérica y estructura.
Nariz:
Intensidad: Muy alta, explosiva desde la apertura, con gran definición y profundidad aromática. Aromas primarios: Fruta negra madura (ciruela negra, mora, cereza negra), higo seco. Aromas secundarios: Notas de fermentación maloláctica perfectamente integradas (lácteos finos, vainilla). Aromas terciarios: Tras agitar la copa, surgen matices de trufa negra, cacao amargo, caja de puros, grafito, cedro, cuero fino y un sutil toque floral (violeta), característico del terroir arcilloso de Pomerol.
Boca:
Entrada: Cálida, aterciopelada y precisa. Desde el primer sorbo muestra una densidad envolvente. Cuerpo: Potente y sedoso al mismo tiempo, con taninos ultra finos, maduros y perfectamente integrados. Acidez: Vibrante, refrescante, que sostiene la fruta y equilibra la riqueza del vino. Sabores: Profunda carga frutal negra, con notas de tierra húmeda, café tostado, regaliz, especias dulces y grafito. Final: Extraordinariamente largo, complejo y persistente, con una mineralidad envolvente y elegante.
Temperatura de servicio:
Se recomienda servir entre 16 y 18 ºC.
Consumo:
Tiene un potencial de guarda de 40–50 años. Aunque es accesible en su juventud para quienes busquen su frescura y textura cremosa, alcanzará su apogeo a partir de 2035, conservándose impecable hasta 2065–2070.
Maridaje:
Platos refinados como solomillo de wagyu, caza mayor con reducción de vino, risotto de trufa negra, foie gras a la plancha o quesos curados suaves como el comté.